La pandemia desatada por el coronavirus de tipo 2 (SRAS-CoV-2) causante de la enfermedad denominada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como COVID-19, ha desencadenado una gigantesca oleada de trabajos de investigación que aumentan a ritmo vertiginoso, con la finalidad de conocer sobre la evolución de ese coronavirus, su capacidad de infectar a humanos y todo lo relacionado con las manifestaciones orgánicas y clínicas de la enfermedad que conduzcan a un protocolo exitoso de abordaje médico, tratamiento farmacológico y el descubrimiento de vacunas capaces de controlar la pandemia.
En lo relacionado a las manifestaciones clínicas, se ha demostrado que hay un umbral inmensamente amplio que va desde las personas infectadas que no manifiestan síntomas, hasta aquellas que presentan muy graves complicaciones, principalmente respiratorias, que conducen a la muerte. El amplio espectro en las diferencias individuales en la presentación clínica de Covid-19, obliga a descifrar la susceptibilidad genética a la enfermedad que es vital para el pronóstico, la prevención y el desarrollo de nuevos tratamientos.
¿Mi tipo sanguíneo me hace más o menos susceptible de contagiarme?
Descifrar la susceptibilidad genética individual significa indagar la expresión de miles de genes en la mayor cantidad posible de individuos: en aquellos sin la infección y en aquellos infectados con las diversas manifestaciones clínicas de la enfermedad. Este tipo de estudios son metodológica y estadísticamente muy exigentes, por la cantidad de datos y variables que se manejan, lo que hace imperativo el uso de técnicas y programas computacionales sofisticados.
El abordaje genético más utilizado actualmente para detectar posibles asociaciones de genes con rasgos observables, por ejemplo una enfermedad, es el denominado Genome-wide association study (Estudio de asociación en el genoma o GWAS por sus siglas en inglés). Este es un análisis exploratorio que se realiza en el genoma completo de grupos numerosos de individuos con y sin el rasgo o enfermedad de interés, con la finalidad de detectar variaciones específicas (cambios en la secuencia de nucleótidos) entre ambos grupos, que puedan ser asociadas con el rasgo en cuestión.
Algunos estudios recientes que han tenido trascendencia en diferentes medios de comunicación, se relacionan con resultados preliminares que han reportado que el grupo sanguíneo ABO influye en la susceptibilidad a padecer COVID-19 (1,2,3). El más reciente, publicado el 17 de junio en la revista New England Journal of Medicine, cobra especial importancia por el elevado número de individuos y de nucleótidos estudiados en el ADN (denominados SNP, single nucleotide polymorphisms). En el estudio mencionado se utilizó el método GWAS para analizar la presencia de cambios en 8.582.968 de SNP a lo largo de los 23 cromosomas autosómicos, en más de 1.900 pacientes de España e Italia con enfermedad severa COVID-19, y los compararon con 2.300 personas que no estaban enfermas.
Los investigadores encontraron que en el grupo de personas con sangre tipo A, se desarrolla la enfermedad COVID-19 1.45 veces más (odds ratio, 1.45; 95% CI, 1.20 to 1.75; P = 1.48×10−4), en relación a las personas con los otros tipos de sangre (B, AB y O); por su parte, el grupo de las personas con sangre tipo O presentan 0.65 menos veces la enfermedad (odds ratio, 0.65; 95% CI, 0.53 to 0.79; P = 1.06×10−5), en relación a las personas con tipo A, B y AB; es decir, el tipo A confiere un ligero mayor riesgo, mientras que el tipo O confiere leve protección frente al desarrollo de la enfermedad.
Debido a la cantidad de variables subyacentes que existen para el contagio y posterior desarrollo de COVID-19, es probable que cualquier efecto (protector o no), relacionado a una sola variable genética sea bastante pequeño, por lo que ese resultado no debe causar una preocupación excesiva en personas con grupo sanguíneo A, y tampoco relajar a las personas del grupo O. Por otra parte, ese amplio estudio del genoma también encontró asociación con otro grupo de genes que codifican para proteínas que tienen su función a nivel pulmonar.
Estos resultados son de gran importancia desde el punto de vista epidemiológico, por el número de variables genéticas exploradas (8.582.968 de SNP) y la rigurosidad metodológica en el manejo y clasificación de los grupos de pacientes y grupos controles o sin la enfermedad, lo que permite comenzar a esbozar estrategias de abordaje poblacional, porque las variantes genéticas no se distribuyen al azar en las poblaciones humanas; estas surgen al azar en individuos de poblaciones específicas donde se hacen frecuentes y luego se dispersan a otras a través de procesos migratorios.
En el caso del grupo sanguíneo ABO, el tipo de sangre O es el más frecuente en todas las poblaciones humanas, con frecuencias que superan el 90% en los indígenas americanos.
El grupo sanguíneo tipo A, cuyo gen responsable fue introducido en América a partir del proceso de conquista y colonización, presenta frecuencias máximas en torno al 32 % en poblaciones mestizas mexicanas (4).
Resulta un reto dilucidar el peso real de este tipo sanguíneo frente a otras variables ya conocidas como la edad y el sexo, junto a comorbilidades como obesidad, diabetes, cardiopatías, asma, además de otras variaciones genéticas ya identificadas y probablemente algunas aún desconocidas y propias de los indígenas americanos, que se suman a la rapidez y calidad del acceso a la atención hospitalaria.
Este desafío sólo puede ser resuelto con estudios epidemiológicos bien diseñados y con análisis estadísticos complejos que integren el mayor número de variables posibles.
Notamos aquí la importancia de investigaciones que aglutinen a grupos interdisciplinarios para la disponibilidad de grandes bases de datos y del adecuado asesoramiento para el manejo de métodos y programas estadísticos que permitan generar, compartir y analizar información que permitan conocer los determinantes de la susceptibilidad y gravedad asociadas al COVID-19 en poblaciones indígenas y mestizas latinoamericanas, como las mexicanas.
Referencias:
1 ) JAMA. 2005;293(12):1447-1451. doi:10.1001/jama.293.12.1450-c
2 ) Ann Hematol (2020). https://doi.org/10.1007/s00277-020-04169-1
3 ) N Engl J Med (2020). DOI: 10.1056/NEJMoa2020283
4 ) Rev. Fac Med UNAM Vol.47 No.1 Enero-Febrero, 2004.
Comments